sábado, 1 de julio de 2017

Ángel Gabilondo en Fórum Europa el pasado 30 de junio


                               


Muchas gracias, José Luis, gracias a los patrocinadores de este Fórum. Sin duda, es un lugar muy singular que propicia un tipo de discurso y de conversación muy necesarios, y no tan frecuentes. Y muchas gracias Cristina, Cristina Narbona, presidenta, por el estímulo de tus palabras y de tu compromiso. Y gracias a todos los asistentes por vuestra presencia.

No se trata de realizar ahora el debate del estado de la Comunidad de Madrid. La política es muy importante pero no caeré en el error de reducir la región a los asuntos y cuestiones políticas. Sé que quienes estamos aquí tenemos intereses y convicciones con otros horizontes que no se limitan a la vida y a la acción de los partidos. Ellas son algo decisivo, pero sé también que no se molestarán si no me centro exclusivamente en los dimes y diretes de las peripecias políticas de Madrid.

Sería tan insensato decir que cuanto sucede en la Comunidad de Madrid es maravilloso como señalar que es un desastre. Reconocemos el esfuerzo y el trabajo de tantos para poder decir con justicia que la Comunidad nos resulta extraordinaria. Pero, eso sí, con decirlo no avanzamos.

Por eso adoptaré otro punto de vista. La situación de la Comunidad de Madrid es difícilmente sostenible y en no pocos aspectos insostenible. ¿En qué sentido? Es lo que voy a tratar de explicar esta mañana aquí.

Las políticas que se aplican sustentan el poder pero no empoderan a la Comunidad y a sus ciudadanos a través de unos adecuados servicios públicos. Sustentan el poder pero no sostienen la Comunidad: ni en su regeneración, ni en su transformación.
Además, no solo es poco sostenible sino que, para empezar, desde el punto de vista de la igualdad es insoportable, ética y políticamente, con malos resultados en indicadores de justicia social.

La Comunidad no desarrolla sus magníficas posibilidades. Es una Comunidad de gran iniciativa, abierta, de enorme potencial y capacidad que, por políticas que se limitan a hacer remiendos y  retoques, por un Gobierno que no ofrece nuevas perspectivas, proyectos y horizontes, podría calificarse de una Comunidad inexplorada, que no explota sus propias posibilidades, que está por dar lo  mejor de sí, que  no aprovecha sus potencialidades. Y ello a pesar del esfuerzo de los madrileños y madrileñas, que políticamente parecen convocados únicamente a proseguir silenciosos en la inercia en la que estamos.

Madrid está en la inercia de un modelo continuista, sin atender a aspectos decisivos como la regeneración y la lucha contra la corrupción, y la transformación del sistema productivo.

No se acaba de ir a las causas, ni al manantial, todo se reduce a quedarse en grifos y fuentes, en políticas sin audacia, que ratifican lo que hay, que confirman modelos sin cuestionarlos, y proclaman que somos los mejores, preocupados por lucir novedades, y entregados a la mera actualidad.

Y eso nos parece una malversación de posibilidades, tanto como la mediocridad o la incompetencia. Y espero que nadie crea que ese ha de ser el camino a seguir.
No es sostenible una Comunidad que parece resignarse a no lograr una sociedad más equitativa, digna y justa y a considerar que esos son sueños de visionarios, política poco útil o poco pragmática. Ello permite no ser políticamente acogedor, como se ve con los refugiados o los desplazados.

Y con una caracterización paradójica: la paradoja del intervencionismo liberal, que solo controla para favorecer intereses concretos en nombre de la libertad

No siempre lo que hemos de afrontar y combatir adopta la forma de otro entusiasmo, o de enormes dificultades que se nos oponen. Muchas veces lo más difícil es superar la desidia amorfa e indolente de quienes consideran que no hay otro modo, ni otro modelo, ni otra posibilidad de hacer.

¿Basta eso para Madrid?

La ambición de un proyecto requiere solvencia, y sin capacidad de soñar no la hay.

 “La comprensión de que cualquier acción empieza siempre por un sueño fue para un artista como Stefan Zweig uno de los impulsos más productivos. Que a menudo pase mucho tiempo hasta que el sueño se convierte en realidad no es un factor en contra del sueño”. Volker Michel

¿Cuál es el sueño de Madrid? Esta pregunta ha de estar vinculada a ¿cuál es la necesidad fundamental de Madrid? Enlazar los sueños a las necesidades, esa sí que es una verdadera tarea política y una convicción previa.

La pobreza es el gran enemigo, el gran aislamiento, la gran soledad: el termómetro de una sociedad. Y en Madrid alcanza al 21’7%, la tasa más alta de los últimos nueve años, una situación que afecta a 1,4 millones de personas en esta Comunidad. La pobreza se ha cronificado, y alcanza en mayor medida a los niños, mujeres, parados y personas con baja cualificación. Además, se ha generalizado y afecta también a muchas personas que tienen trabajo, dando lugar a los trabajadores pobres. En Madrid hay más de 700.000 personas que cobran salarios inferiores a los 650 euros al mes. Insostenible no solo la pobreza, sino también pobre la conciencia que nos suscita a actuar y el tipo de respuesta ante ella. Se incrementa la desigualdad y aumenta la diferencia. La economía madrileña crece pero su distribución es tan desigual que a pesar de hacerlo a 3,7% en 2016, la tasa de pobreza y exclusión social ha aumentado. No basta la perspectiva reparadora.

Hay quienes consideran que Madrid va estupendamente. A mí me parece que no.

¿A qué obedece esta discrepancia? ¿A que ellos o yo no coincidimos en las cifras?, ¿o es otra cosa?

Tal vez la diferencia está en que tenemos otra escala de valores, otra mirada y en otra dirección. Y puestos a competir lo más interesante es saber discernirlas.

Stefan Zweig nos propone un camino muy atractivo, otra forma de competir: “competir en la ambición de disminuir las diferencias”.

Hay a quienes nos parece que los presupuestos de la Comunidad de Madrid solo miran a una parte de la sociedad e ignoran a quienes más necesitan de lo público. Y como muestra de la importancia de cierta escala de valores valga lo que afirmé en el Pleno de la Asamblea:

Estos presupuestos no estarían mal si alguien pretendiera gobernar para confirmar el éxito de quienes ya lo tienen; si se priorizara dar estabilidad a quienes viven en mejor situación; si se entendiera que no es tan determinante que haya personas que se encuentren en situación de vulnerabilidad. Serían adecuados si no se creyera importante que el 20,5% de las personas que tienen trabajo no siempre lo tengan en condiciones dignas; si resultara lateral que no se disponga de un modelo productivo que transforme la región; si se creyera que lo decisivo es ir tirando en un Madrid que no es capaz de proponerse otros horizontes. Si así se pensara, se comprendería mal o no se comprendería a que viene esta enmienda a la totalidad”.

Hay políticas que producen desigualdad. No solo no la resuelven, sino que la generan. Ignorar la desigualdad y la exclusión permite hacer ciertas políticas, pero no son las que nosotros defendemos. La desigualdad también lastra el crecimiento económico y sobre todo no es sostenible ni ética ni políticamente.

Cuando decimos que Madrid es una comunidad extraordinaria, se trata de hacer de ello no simplemente una permanente celebración sino, a través de la acción social y política, convertirlo en condiciones de posibilidad y de oportunidad. Para evaluar el progreso hay que utilizar además de los indicadores económicos, indicadores sociales y medioambientales.

Hay situaciones de emergencia bien indicativas, como los asesinatos a mujeres y sus hijos, que no cesan, que concitan lo más detestable de una sociedad y frente a la que hay que actuar con mayor compromiso y destinando a ello más recursos para una formación más especializada y una evaluación constante de las políticas transversales de género.


Desde luego, para evaluar el progreso es imprescindible preservar el Estado del Bienestar. Convendría analizar en qué situación se encuentra, no solo después de tantos recortes, tasas y copagos sino, sobre todo, debido a una insuficiente consideración para con los servicios públicos.

Y este no es solo un asunto de las familias más pobres.

La encuesta de presupuestos familiares nos dice que las familias madrileñas están asumiendo con sus recursos, muy limitados por la crisis, el acceso a no pocos servicios que deberían ser públicos y esenciales, como la sanidad, la educación y la protección social ante la falta en no pocos casos de suficiente inversión o gasto público.

Los servicios públicos madrileños tienen grandes profesionales. Entonces, ¿a qué obedece que siendo tan buenos, no pocos ciudadanos de clase media que se lo pueden permitir busquen acomodo fuera de ellos?

En sus servicios sanitarios, la Comunidad es también tierra de paradojas y contrastes. Conviven altos niveles de excelencia en lo extraordinario, en lo excepcional que afortunadamente afecta a pocos (trasplantes, cirugía especializada y compleja, cáncer, etc…), con grandes déficits en lo cotidiano que es lo que afecta a la gran mayoría, la atención primaria, las urgencias, los  diagnósticos y el tiempo de espera para las intervenciones quirúrgicas.

Y la educación, por ejemplo, no siempre es gratuita. Ni siquiera cuando percibe financiación pública. Denunciamos la desatención a la educación pública como a la sanidad y el apoyo a las fórmulas privadas en ambos servicios básicos.

Una educación pública de calidad es un signo de excelencia de una Comunidad, de un país. Y un signo de compromiso con la igualdad de oportunidades. Para nosotros es una prioridad, es la prioridad.

Se hacen imprescindibles cambios decisivos en educación, dado que se han modificado importantes parámetros del conocimiento tanto en sus fuentes como en su naturaleza. La escuela exige capacidad crítica incorporando conocimientos y experiencias con las nuevas tecnologías como aliadas y base para la innovación y la vinculación a nuevos empleos. La Formación Profesional al respecto precisa de mayor protagonismo. Además, sin adecuadas infraestructuras será difícil organizar una red de centros educativos.

El entorno legislativo, organizativo y de financiación ha de tener estabilidad. Si no, no tiene sentido hablar de atención a la diversidad o de innovación educativa. Estabilidad no significa fijación en lo inadecuado. La educación ha de ser inclusiva, integral, y un pacto educativo solo tendrá sentido si es participado y ambicioso y no se limita a consolidar el actual estado de cosas con intervenciones puntuales. En eso no nos encontraremos.

A su vez, hasta 17.271 personas en Madrid tienen reconocida su situación de dependencia y sin embargo no reciben la debida prestación. Por eso consideramos que Madrid, con un nuevo Estatuto de Autonomía, debe garantizar derechos sociales básicos a los que nos venimos refiriendo.

Para nosotros estos son los temas cruciales. La desigualdad es un tema crucial. El debilitamiento de lo público es un tema crucial. Madrid no solo es rica, es también cara. Muy cara para no pocos.

Alguien dirá que esta lectura no es realista porque olvida que, como dice el ejecutivo, “este Gobierno genera empleo”. No entro en el debate sobre quién es el que lo genera, pero desde luego en los dos últimos años ha aumentado la temporalidad, que afecta al 18’5% de los asalariados, se han perdido más de 38.000 empleos indefinidos y se está sustituyendo empleo estable por empleo con fecha de caducidad. Dos de cada diez contratos firmados duran menos de una semana y hay muchísimas horas trabajadas fuera de la jornada sin remunerar, lo que supone un empeoramiento de las condiciones laborales. La estrategia por el empleo firmada ha logrado algunos resultados. Sin embargo, es necesaria su revisión para hacer frente a problemas que se cronifican, como la brecha laboral por razón de género, que se manifiesta en la mayor incidencia que tiene el paro entre las mujeres madrileñas, así como la falta de protección de los parados, ya que más de la mitad están fuera del  sistema.

Hay más de 380.000 autónomos de nuestra Comunidad que bien saben que persisten problemas como el elevado número de bajas, que afectan, sobre todo, al pequeño comercio. Nuestras pymes -la mayoría micropymes- comparten también la necesidad de planes de competitividad, acceso a la financiación y apoyos.

En Madrid no hay un modelo de crecimiento sostenido y sostenible. Crecemos de forma desigual, también territorialmente. Bien lo saben los ayuntamientos. Madrid necesita un pacto municipal y un plan estratégico regional. Se genera riqueza en pocos sectores económicos, principalmente en actividades ligadas a los servicios, mientras se descapitaliza la industria, sector de mayor valor productivo y buenos empleos, y se desatiende la planificación y el desarrollo de polígonos y zonas industriales. Todo esto conjugado con fantasías por ver, como el anunciado desarrollo similar a Silicon Valley en Madrid.

Estamos lejos de un empleo digno y de calidad y de un salario que permita un proyecto de vida digno y autónomo para todas las personas. La situación es especialmente alarmante, social y significativamente impresentable, en el caso de los más jóvenes. Uno de cada dos se encuentran en paro en Madrid, y los que trabajan lo hacen, en la mayoría de las ocasiones, en situación de precariedad. Es preciso generar y fomentar condiciones con un plan de enlace que sirva de soporte y guía para ayudar, orientar y acompañar sus decisiones. Sin alquileres accesibles para vivienda ni ayudas resulta poco realista hablar de emancipación en la región.

El Estado de Bienestar exige de modo fundamental unos buenos sistemas públicos, pero a su vez, una determinada concepción de la economía, una economía con la educación en su corazón, una economía con corazón, una economía con dimensión social, una economía que no olvida que es una ciencia social, una ciencia humana, una economía que “además” hace acción social, una economía basada en el conocimiento y que incluya una verdadera transición ecológica, una economía sostenible.

Ello empieza por afrontar el cambio climático mediante la adopción de medidas excepcionales basadas en el conocimiento científico. Esta es una preocupación que compartimos la mayoría de los países, en particular nuestros socios de la Unión Europea. El ultraliberalismo no quiere oír hablar del medio ambiente, pero nosotros estamos muy comprometidos en esta batalla.

En este sentido, nuestro Grupo Parlamentario propuso una Ley de Cambio Climático para Madrid que ni siquiera fue tomada en consideración por la negativa del Grupo Popular y del Grupo Ciudadanos.

Hablamos de economía descarbonizada y eficiente en el uso de los recursos naturales escasos, algo urgente, sobre todo en la ciudad de Madrid y en municipios de la primera y segunda corona metropolitana. Es necesario aprovechar el potencial de creación de empleo de la “economía verde”.

A su vez, desde el Grupo Socialista hemos presentado 196 enmiendas al Proyecto de Ley de Urbanismo y Suelo de la Comunidad de Madrid.

Nuestra convicción es que los suelos públicos deben ser siempre para equipamiento público y reserva de suelo para vivienda protegida. De cada promoción, el 50% debería ser para esta vivienda. Se precisa mayor competencia de los ayuntamientos en los planes generales y más participación, y otorgar más protagonismo a la rehabilitación y a la regeneración urbana.

Necesitamos una economía basada en el conocimiento y en los valores determinantes de la investigación, el desarrollo y la innovación, que no han de adjuntarse como un capítulo lateral, prestigioso, sino al que ha de concedérsele un papel central.

La inversión en Ciencia e Innovación asegura un modelo productivo sólido y estable con crecimiento de empleo de calidad. Ni Alemania, ni Estados Unidos, ni la región de Ȋle-de- France, ni Suecia, ni Finlandia, ni el Gran Londres, ni Rotterdam han recortado su esfuerzo en I+D+i como consecuencia de la crisis, más bien al contrario. Donde mejor han sobrellevado las complicaciones de la coyuntura económica es en aquellas regiones en las que hay empleo de calidad, donde hay avances sociales, y en estos momentos se encuentran en magníficas condiciones para afrontar económica y socialmente la situación.
Madrid ha de considerar esas regiones como referencia, por su iniciativa,  por la efervescencia de su sociedad, por su cultura de vanguardia, por su tolerancia y multiculturalidad, todo ello relacionado en mayor o menor medida con su insistencia en la I+D+i. Comparten muchos de estos lugares una educación superior de calidad, centros de I+D+i de excelencia que permiten la cooperación entre universidades y empresas y también otras instituciones como museos, hospitales, fundaciones, etc … buenas infraestructuras científicas y de comunicación, una digitalización e informatización extendidas por todo su territorio. Todas tienen programas y medidas que impulsan la innovación y el emprendimiento a partir del conocimiento y también la internacionalización. Y han puesto en marcha mecanismos fiscales, financieros, administrativos y sociales para favorecer la innovación tanto en su crecimiento como en el beneficio para la ciudadanía.

Desgraciadamente no es el caso de Madrid. Esto es especialmente decepcionante si se tiene en cuenta que una buena parte de la materia prima para construir una región innovadora y moderna ya está presente. Baste citar como ejemplo que las universidades y los organismos de investigación de Madrid garantizan un potencial extraordinario de innovación y de ciencia.

Precisamente por eso hablamos de un Madrid inexplorado. Es un auténtico desperdicio no convocar todo este potencial para hacer de Madrid una región puntera en el mundo. No parece posible avanzar cuando en los presupuestos solo hay 11,5 euros por habitante dedicados a I+D, cuando Alemania invierte 855 euros, Francia 693 euros, y en España, en el País Vasco 196 euros, en Cataluña 80 euros, o en Andalucía 47 euros, o cuando en programas electorales como el del Partido del Gobierno o en el discurso de investidura de su presidenta ni siquiera figura la palabra ciencia.

Aunque sea brevemente, quiero referirme a algunas otras cuestiones muy mejorables en la gestión de la Comunidad de Madrid. Y quiero empezar por la situación de la justicia. La carencia de medios de que disponen quienes trabajan para garantizar la aplicación de la ley y los derechos de todos es completamente inaceptable. Edificios que no reúnen condiciones, o las carencias de personal convierten la justicia en lenta o extremadamente burocrática, ineficiente… Y eso afecta a los derechos de la ciudadanía y a la independencia de la justicia frente al poder ejecutivo, y disminuye la confianza en las instituciones. La gestión de los gobiernos del Partido Popular en esta materia ha sido sencillamente muy mala. Basta mencionar el fiasco del Campus de la Justicia en el que se malgastaron más de 130 millones de euros en una gestión aún pendiente de aclarar.

Y mientras, seguimos con una multitud de materias pendientes, como la implantación de una nueva oficina judicial o la modernización de las tecnologías o la necesidad de un instituto de medicina legal, o una política de personal realista, o la debida atención al turno de oficio. Todo ello dificulta la justicia democrática y el dinamismo regional.

La Comunidad de Madrid, y de manera singular la ciudad de Madrid, es un espacio de acogida, de respeto y de libertad y nos sentimos orgullosos de ello. Hemos sido abanderados en la lucha por los derechos de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, intersexuales … (España ha sido pionera en esta lucha y Madrid lo ha sido de una manera especial). Estos días de celebración del World Pride Madrid 17 quiero felicitar a todas las personas que han hecho posible que, junto a otras ciudades europeas, Madrid sea un espacio de libertad para todas las personas. Y quiero recordar de una manera especial a Pedro Zerolo, con quien tuve el honor de compartir espacio en la lista en la que concurrí a las elecciones autonómicas por las que hoy estoy aquí. Una persona valiente y luchadora a quien Madrid reconoce como un referente. 

Y siempre en el centro de toda transformación, la cultura. Madrid merece tener una gran proyección cultural y desarrollarse con la cultura. Tiene condiciones para ello y no solo por el inmenso patrimonio que atesora, sino por su potencialidad de creación. En algún sentido, la cultura ha sido históricamente maltratada en Madrid y no solo por la crisis, sino por la falta de presupuesto, de planificación y de gestión, o por su utilización para la imagen del gobierno de turno. El patrimonio común sigue, asimismo, no del todo protegido.

La cultura ha de considerarse como un sector de innovación, de creación y de experimentación, pero a su vez como un factor económico y patrimonial estratégico para Madrid.

Hay verdaderamente una exclusión de la cultura, y es importante apoyar el acceso de nuevos públicos. No puede ser una oferta solo para unos pocos y hecha por unos pocos. Una vez más, se precisa ambición para Madrid, y apoyar la red de bibliotecas, de centros culturales, de salas alternativas, de teatros, de cines, de librerías, de escuelas de música y danza, sin olvidar la educación de las enseñanzas artísticas. Si no hacemos de la cultura una potencialidad significativa de Madrid también esta vendrá a ser un factor más de discriminación.

Podría pensarse que todos estos asuntos son una distracción del objetivo fundamental que hemos señalado de lograr erradicar las desigualdades y la exclusión, pero, sin ciencia no hay conciencia. Sin cultura y educación la economía deviene dinerología, y sin servicios públicos de calidad la mejora de las condiciones de vida no alcanza a gran parte de la población. Es aquí donde hemos de encuadrar los debates imprescindibles sobre la política fiscal o sobre la corrupción.

Cuando hay problemas de financiación o cuando todos hacemos discursos sobre la moderación considero que es responsable no olvidar que en Madrid hay dos grandes extremismos. Uno de ellos es el sistema fiscal. Creemos las condiciones para un diálogo al respecto, para lograr un difícil e imprescindible pacto fiscal en Madrid y con los otros territorios, para que sea progresivo, justo, propicie la atención a las necesidades y la justa redistribución. Considero que en todos los grupos y en quienes apoyan y votan a los diferentes partidos hay personas bien dispuestas a un mayor esfuerzo si fuera necesario, siempre y cuando lo recaudado no buscara fines particulares, cuando no intereses individuales. Y asimismo considero que en todos esos grupos y ámbitos hay una mayoría de personas, honestas y decentes, dispuestas a trabajar por unas mejores condiciones de vida individual y colectiva.

Ahora bien, el otro extremismo es pensar que la corrupción es algo puntual. Y aquí no basta con decir que ha habido abusos de algunas personas corruptas. Se trata de todo un modo de entender y de concebir las formas de ejercer la política y el poder, de relacionarse con las instituciones, entidades y personas, de contratar y de planificar utilizando los caudales públicos para fines privados. Este modo de entender y de hacer ha permeado y penetrado la Comunidad de Madrid, cuando no infectado, y no bastará con acciones puntuales ni con la aplicación de códigos ad hoc. Se trata de algo endémico, que ha conducido no solo a comportamientos inadecuados, sino que ha procurado estructuras sistemáticas con enriquecimiento de personas. Eso sí, presuntamente.

La corrupción deteriora el compromiso y la acción transformadora. Si Madrid es una Comunidad aún por desarrollar sus potencialidades, y desde las instituciones parece entregada a otras ocupaciones, lo decisivo es que además la corrupción paraliza la transformación y la resolución de los problemas. No es un asunto lateral, es matricial.


Así que desde el amor a Madrid es hora de ser exigentes. Para empezar con nosotros mismos y desde luego con la Comunidad de Madrid de la que formamos parte. Solo así se recuperará la necesaria confianza para soñar algo diferente y mejor. Y para hacerlo suceder.


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